La balsa de Eldorado
El objeto conocido como la balsa muisca es, técnicamente hablando, una figura
votiva (exvoto, ofrenda) en forma de balsa con personajes. Constituye una pieza
excepcional por cuanto tradicionalmente se ha interpretado como la
representación de la ceremonia de investidura del cacique del pueblo de
Guatavita: la ceremonia de Eldorado.
Por los relatos de los cronistas españoles se sabe que, antes del contacto
con Europa, cuando moría el cacique de este pueblo muisca su sobrino que lo
sucedía en la jefatura era reconocido por su pueblo en una ceremonia que se
hacia en un lago e incluía la navegación en una balsa de maderos y la ofrenda de
piezas de oro y esmeraldas que se arrojaban a la laguna. La realidad de esta
ceremonia se confirmó mediante el hallazgo de esta pieza en forma de balsa
ceremonial que, no obstante, no se encontró en la laguna de Guatavita.
Sobre el centro de la balsa se encuentra un personaje de gran importancia y
tamaño destacado que se interpreta como el cacique. Se lo ve ricamente adornado
y rodeado por otros doce personajes menores. Algunos portan poporos,
los del frente llevan dos máscaras de jaguar y maracas de chamán en sus manos, y
en los muy pequeños que están al borde de la balsa puede reconocerse a los
remeros.
Esta pieza que mide 19,5 centímetros de largo por 10,1 de ancho y 10,2 de
alto fue
hallada, junto con otra importante figura votiva, a principios del año 1969
por tres campesinos dentro de una vasija de cerámica en el interior de una
pequeña cueva en un páramo del municipio de Pasca, al sur de la ciudad de
Bogotá. ¿Por qué se ofrendó allí la mejor obra hasta ahora conocida de esta
cultura? Tal vez por ser este uno de los límites del territorio muisca hacia uno
de los rumbos cardinales o cosmogónicos.
Hay que decir que la Balsa Muisca era conocida por los estudiosos del mundo
un siglo antes de haber sido descubierta. Este objeto mítico fue en efecto
precedido por otro semejante, de 162 gramos, la balsa hallada en la laguna de
Siecha en 1856 y dada a conocer en 1883 por Liborio Zerda en su obra El Dorado. Zerda publicó un grabado de la ofrenda de
Siecha y la interpretó como una representación de la ceremonia descrita para
Guatavita. Su libro, que continuaba el interés por los muiscas difundido por el
Barón de Humboldt, impactó a los sabios colombianos y europeos de la
época. Uno de los grandes museos del mundo luchó por varios años para tenerla
como el objeto más memorable del continente americano; pero cuando la balsa de
Siecha viajó —entonces legalmente— a Alemania se perdió para el mundo en un gran
incendio ocurrido al llegar su barco al puerto de Bremen.
Cuando en Pasca corrió el rumor del hallazgo de un
objeto de oro, el párroco del lugar, el padre Jaime Hincapié Santamaría,
comprendió inmediatamente su importancia como patrimonio de todos y emprendió,
incluso desde el púlpito, su defensa de la exportación ilegal y de la fundición.
La balsa muisca fue adquirida por el Museo del Oro en abril del mismo año y
desde entonces se encuentra expuesta en la sede de Bogotá. Nunca ha salido del
país, ni siquiera en una de las ya 200 exposiciones temporales con las que el
Museo ha dado a conocer nuestro patrimonio ante los ojos maravillados del
mundo.
Menos conocido es el recipiente cerámico que contenía este hallazgo. Tiene la
forma de un chamán sentado en posición de pensar, con la mano en la barbilla, y
se aleja un poco de los cánones más repetidos del arte cerámico muisca.
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